Alfonso Fernández Castillo. Práctica 2. La mirada del otro. "NO ME ATREVO A CONTARLO" #INVTICUA21
Hola, me llamo Juan y hoy quiero contar aquí lo que en clase no me atrevo a decir. Y no soy capaz de hacerlo porque me siento diferente. Estudio en un instituto cualquiera, donde los niños juegan al fútbol en el recreo y las niñas saltan a la comba o hablan de sus cosas en voz baja. Lo malo es que a mí no me atrae ningún deporte y cuando he intentado practicarlo, siempre he acabado en el suelo dolorido.
En cambio, lo que sí me encanta es la lectura. Devoro ejemplares como si fueran tartas de chocolate con galletas. En 1º A de la ESO, que es la clase en la que me encuentro ahora mismo estudiando, nos mandan alguna lectura que otra. No están mal. Por ejemplo, no me disgustó en absoluto el de Marina, de Carlos Ruiz Zafón. Lo que no sabía el profesor ni nadie es que yo ya me había leído la fascinante tetralogía que empieza con La sombra del viento.
De hecho, recuerdo que cuando el maestro nos habló del autor, ahora fallecido, preguntó si alguien de la clase lo conocía o había oído hablar de él. ¡Pero cómo no voy a saberlo si me ha acompañado durante horas de sueño robado en mi cama! En fin, por vergüenza y quizá por querer formar parte de mi grupo de iguales, me callé y no levanté la mano. Tampoco lo hice en el momento en que se habló de Elvira Lindo y su Manolito Gafotas. ¡Qué tardes más entretenidas pasé leyendo aquel libro en casa de mi tío!
Luego, me han pasado cosas curiosas en este sentido. Cuando mis compañeros hablaban de que les había encantado el papel de Johnny Depp en Charlie y la fábrica de chocolate, yo pensaba para mis adentros lo bien que lo había pasado con el señor Roald Dahl durante el confinamiento. Vamos, que en vez de ver la peli como todos hacían, yo me adelantaba porque ya había leído la versión en papel.
En estas situaciones, uno tenía que ceñirse a la información que aparecía en la película porque era lo único que sabían los compañeros. Por ejemplo, con la saga de Harry Potter, que devoré íntegramente el pasado verano, tuve que frenar y no decir todos los detalles que necesitaba soltar. De hecho, no podía entender que odiaran tanto a Snape con todo lo que arrastra del pasado este personaje. Esto me hace pensar que los libros te enseñan mucho más que las películas y que voy a seguir pisando la biblioteca cada tarde en busca de nuevas historias.
Lo único que pido es que aparezca alguien de mi edad con las mismas ganas que tengo yo de leer y no tanto de jugar a las maquinitas o a ese deporte tan aburrido que siempre practican los chicos en el recreo. Ahora que lo pienso, creo recordar haber visto hoy a una chica de 1º B sujetando un libro entre las manos. Mañana le pregunto. Si me atrevo, claro...
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